Radek y su familia cumplieron su sueño de viajar a través de Europa intercambiando casa. Tras el nacimiento de su segunda hija y ante la posibilidad de 1 año de baja parental **¿qué mejor idea que descubrir el mundo en familia? **Desde Berlín a Andalucía en una viaje de dos meses y medio que, sin duda, forma ya parte de sus mejores experiencias vitales.
“Mi hogar es donde están mis coches de juguete”, dice nuestro peque de 3 años, mientras nos dirigimos desde Ayamonte (Huelva) a Córdoba.
Llevamos 1 mes fuera y estamos a casi 3000 kilómetros de distancia de nuestro querido Berlin, y vamos hablando en familia sobre el significado de la palabra “hogar”. “¿Habrá juguetes en el lugar donde vamos ahora?”. “- Si, habrá. Muchos. De hecho, tendrás una habitación solo con juguetes” (un paraíso, no solo para nuestro hijo sino también para su hermana pequeña, que duerme junto a él en su sillita en el asiento trasero de nuestro coche).
Y es que uno de los puntos que no habíamos pensado antes de empezar nuestro viaje de 2 meses y medio por Europa,** era la gran importancia que el “hogar” tiene para un niño pequeño, mucho más que para un adulto, al menos mientras estás viajando.** Una vez más, tenemos que agradecer a IntercambioCasas por la oportunidad que nos dio.
La idea de un viaje en familia por Europa apareció en nuestras mentes bastante antes de que nuestra segunda hija naciera en el verano de 2015. Pero solo después de su nacimiento, la idea empezó a materializarse. Quizás por última vez teníamos la oportunidad de disfrutar de un largo e ininterrumpido período “off”. Decidimos que al menos, gran parte del año de baja parental, íbamos a utilizarlo para viajar. Nuestro plan inicial era viajar en una caravana. Pero rápidamente surgieron algunos obstáculos que hicieron que desistiésemos de él: poca experiencia con caravanas, la falta de maña para ciertas situaciones que pudieran surgir (como reparar un fregadero con fugas), y principalmente la inversión inicial que necesitábamos y que no nos podíamos permitir.
¿Pero qué alternativas teníamos? Pasar 2 o 3 meses en hoteles y apartamentos no era un buen punto de partida debido a la reducción que habíamos sufrido en el presupuesto familiar debido a las bajas parentales. Así que comenzamos ya con el planteamiento de reducir el tiempo que íbamos a estar de viaje. En ese momento, me di cuenta que había oído hablar hacía tiempo de la posibilidad de intercambiar casas. Después de una tarde entera buscando en google, investigando, leyendo opiniones, y tras una semana de convencer a mi esposa, finalmente nos registramos en IntercambioCasas.
El primer gran reto fue subir las fotos de nuestra casa limpia y ordenada. Con dos niños pequeños, la única solución era limpiar y ordenar una habitación y ¡hacerle inmediatamente después la foto!. Conseguimos hacer 6 estupendas fotografías y subirlas a nuestro perfil y pronto comenzaron a llegarnos diversas ofertas de intercambio.
De repente un día, llegó una oferta que marcó del todo nuestro plan de viaje. ¡Una familia con una hermosa casa de diseño, muy bien decorada quería intercambiar con nosotros y nuestro modesto piso! Alguien nos estaba ofreciendo su casa a un tiro de piedra de una preciosa playa.** ¡Bienvenidos a la realidad de IntercambioCasas!**
Nuestro objetivo entonces era viajar desde Berlin a Andalucía y volver, visitando los máximos lugares posibles en nuestro camino. Acabamos organizando 4 semanas largas de intercambio en París, Ayamonte (Huelva), Córdoba y en un pequeño pueblito cerca de Estrasburgo.
La experiencia fue magnífica, alojándonos en nuestras casas temporales y alojando nosotros a las diferentes familias en la nuestra. Y aunque nuestra motivación inicial para inscribirnos en IntercambioCasas fue económica, poco a poco descubrimos que es mucho más que eso. Vivir en la casa de alguien por un tiempo es como tener una nueva perspectiva de tu propia vida. ¿Qué tal cambiar las 5 cacerolas que tenemos por 5 platos de quiche para hornear? ¿O encender la radio de la cocina y descubrir un montón de música que te encanta y que ni tan siquiera sabías que existía?. O ¿compartir la casa con un gato que ni mucho menos se altera en sus hábitos diarios porque tú estás allí?. Fue además un gran placer recibir los pequeños regalos que nuestros hosts nos dejaban tanto si eran guías de la ciudad, botellas de vino, o tarros de mermelada casera. Y por supuesto, ¡deseabas dejarles algo a cambio!
Para nuestros niños, cada casa a la que llegábamos era una gran aventura. Exploraban cada habitación cuidadosamente, sus jardines, los parques cercanos. Estaban siempre felices y agradecidos por todos los juguetes que encontraron y miraban las fotografías familiares de las paredes con gran curiosidad, haciendo muchas preguntas sobre ellos. Nuestro hijo, al principio, no entendía como estábamos en casa de alguien sin que estuviesen sus propietarios, pero rápidamente se hizo a la idea, y simplemente disfrutaba. Para nuestra hija pequeña, que no tenía ni 1 año en aquel momento, viajaba al mismo tiempo que se esforzaba en ser “independiente” en su alimentación. Este “destete viajero” consistía en dejar que nuestra hija probase todos los alimentos que probábamos nosotros. De hecho, durante las dos semanas que pasamos en Andalucía, nos hicimos expertos en descubrir las tapas más aptas para los peques.
Para las estancias cortas entre los intercambios, usamos apartamentos de alquiler y hoteles. Pero incluso si nos alojábamos en un apartamento, el contraste con las casas reales nos los mostraba como aburridos lugares de los que estábamos deseando marchar. Y no hubiese pasado nada si hubiésemos salido a la calle a las 9:00 de la mañana y vuelto al alojamiento a las 22:00 de la noche. Pero con dos viajeros pequeños, era imposible salir antes de las 11:00 de la mañana (y eso que nos habíamos levantado a las 6:00) y volver después de las 18:00. Y mientras nuestros pequeños ángeles dormían, teníamos que recoger y empaquetar para salir al día siguiente.
Os aseguramos que si hay algo que te puede hacer la vida más fácil en vuestro camino, es una casa real.
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