Diversidad: el balance de 6 meses recorriendo Sudamérica
Desde Montevideo, Uruguay, la familia Melero sigue su gran viaje de un año recorriendo Sudamérica. Han estado ya en unas 50 casas de IntercambioCasas, conviviendo, compartiendo y conociendo algo tan bonito como la diversidad.
Es enormemente complejo hacer balance de un viaje como el nuestro, con tantas emociones vividas, con tantos ex-desconocidos que ahora son amigos. Hay ya demasiada naturaleza en nuestros ojos, muchas casas compartidas, conversaciones, abrazos, comidas, mates, llantos y risas; miles de kilómetros y caminos de todo tipo.
Ya habremos habitado unas 40-50 casas, la mayoría de ellas con las familias que nos abrieron sus puertas, las de su hogar y las de su corazón, dentro. Y podríamos estar días y días hablando de lo increíble de cada una de estas personas y lloraríamos recordando todo lo que nos ofrecieron. Aún no podemos dejar de sorprendernos cuando en cada despedida nos dan las gracias por haberles escogido para convivir. ¡Ellos a nosotros! Hasta ese punto llega su extrema generosidad.
En alguna ocasión, en menos de 24 horas, hemos pasado de dormir con familias que vivían muy por debajo del umbral de la pobreza a habitar lujosas e imponentes fincas de personas que, para nuestros estándares económicos, consideramos ricas.
Y a la mañana siguiente, en menos de 2 horas, mis hijas estaban montando lustrosas yeguas de suaves crines peinadas por el viento, recorriendo el latifundio inmenso, florido y hermoso de otra familia. Esa diversidad es otro de los aspectos mágicos del viaje. Se establece un filtro natural de familias generosas, más allá de su condición social, política, étnica o religiosa.
Por nuestra parte exige una flexibilidad total para adaptarnos a distintos entornos y personas. Hemos conversado igual con ex-presidentes y secretarios que con campesinos o taxistas.
Hemos llevado nuestro proyecto educativo a lo alto de la Sierra Nevada de Santa Marta, a colegios en bosques primarios de Ecuador, a instituciones educativas caribeñas que enseñan en la playa o a proyectos musicales de homeschoolers en mitad de la selva. Hemos estado en escuelas rurales de muy poquitos alumnos y en otras privadas y religiosas de miles donde las cuotas son imposibles para la mayoría. También hemos intervenido en escuelas Waldorf, Montessori, libres o exclusivamente indígenas. Aprendemos muchísimo en esa diversidad educativa.
Nuestra ruta nos ha llevado igual por autopistas enormes de 16 carriles que por estrechos senderos junto a vertiginosos acantilados. Y esto es literal y metafórico. Cuando te expones al mundo, como yo digo “en pelotas”, te pasa de todo. Recuerdo un día en el que pasamos de 500 a 4.000 m en menos de una hora.
Nos hemos bañado en volcanes de barro, en las cálidas aguas del mar Caribe, en las gélidas del pacífico peruano rodeado de tortugas o en lagunas de montaña heladas. Hemos cantado junto a reputados músicos de tangos, boleros, ballenatos, rancheras y bossas. Reímos y lloramos, pero sobre todo reímos.
Se suceden despedidas y nuevas presentaciones, gentes que entran y salen de nuestras vidas con la misma rapidez con que quedan atrapados en nuestros corazones, abrazos con besos, holas y adioses constantes. Y todos suman. Y nos sentimos, hoy más que nunca, ciudadanos del mundo.
En el ecuador de nuestro viaje el balance solo tiene signos positivos, no existen números rojos, ni pegas ni peros, y la economía dejó de importarnos demasiado cuando supimos que tenemos los ahorros suficientes para seguir avanzando. Avanzamos austeros y sin lujos, pero felices, hasta el próximo agosto, cuando volvamos a nuestra vida de antes.
Muy en el centro de nuestras emociones habitará siempre la certeza comprobada de que el ser humano es un animal social y excepcional en quien podemos confiar. Y si, el mundo va mal, muy mal, pero el potencial inconmensurable de todas las personas que nos habitan nos seguirá impulsando a perseguir aquello en lo que creemos.
Como ayer nos dijo Pepe Mujica: “los únicos derrotados son los que bajan los brazos. Lo más importante de la vida es aprender a perder, levantarse y volver a empezar”. Nosotros, manejando elevadas cuotas de ignorancia, re-interpretamos su mensaje como una urgente invitación a caminar hacia delante, una cita ineludible con nuestras ilusiones y una enorme llamada de atención para seguir persiguiendo sueños. Sueños de diversidad.
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