Las grandes ciudades literarias, 1ª Parte

La ciudad como tema en la literatura empezó como tal al principio del siglo diecinueve, cuando los grandes escritores centraron su atención en esos mundos fabricados por el hombre y compuestos tanto de arquitectura monumental como de infames suburbios. Estas son las dos primeras entregas de nuestra nueva serie dedicada a las grandes ciudades que han inspirado a grandes escritores, recopiladas exclusivamente para los lectores de IntercambioCasas.com.

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LONDRES

Cuando se menciona el Londres literario, es habitual empezar con Shakespeare pero vamos a iniciar más bien con el poema Londres de William Blake, publicado en 1794:

“Vago sin fin por las censadas calles,
junto a la orilla del censado Támesis,
y en cada rostro que me mira advierto
señales de impotencia, de infortunio.”

Este es el Londres que ha generado a Charles Dickens, novelista prolífico e influyente. Dickens ha sido un escritor reconocido mundialmente a partir de los años 1830, popular incluso entre los que no sabían leer (que pagaban a alguien para hacerles la lectura) y su tema principal era el destino del inocente enfrentado a la realidad de la ciudad. Para sentir la atmósfera de Londres, hay que leer la Casa desolada, gran novela sobre, entre otros temas, un juicio que implica a varias generaciones y a personas de distintas clases sociales. Presenta maravillosos lugares de la ciudad, como Covent Garden, el Tribunal y la cárcel de Fleet a la que son enviados los deudores. Este es un extracto de la novela sobre la niebla londinense:

“Niebla por todas partes. Niebla río arriba, por donde corre sucia entre las filas de los barcos y las contaminaciones acuáticas de una ciudad enorme (y sucia). Niebla en los pantanos de Essex, niebla en los cerros de Kent. Niebla que se mete en las cabinas de los bergantines carboneros; niebla que cae sobre los astilleros y que se cierne sobre el aparejo de los grandes buques; niebla que cae sobre las bordas de las gabarras y los botes.”

Como suele ser el caso, los extranjeros introducen un punto de vista diferente, y cuando este extranjero es el gran novelista americano Henry James, las percepciones llaman la atención. Varias partes de sus novelas se desarrollan en el Londres de finales del siglo diecinueve pero las mejores descripciones de la vida social londinense se encuentran en La Copa dorada, una historia de adulterio en un marco aristocrático.


En el siglo veinte hay realmente mucho dónde elegir, puesto que distintos grandes escritores han vivido y escrito en esta ciudad. La Tierra baldía de T. S. Eliot es una de las obras fundadoras del modernismo en inglés y está ubicada en el Londres de los primeros años veinte. Aquí Eliot recurre metafóricamente al famoso fog:

“Ciudad irreal,
Bajo la parda niebla de una alborada de invierno,
Tal multitud cruzaba por el Puente de Londres,
Que nunca hubiera yo creído que fueran tantos los que la muerte se llevara.”

La heroïna de La Señora Dalloway, novela de Virginia Woolf, vive en Westminster y, entre otras cosas, su narración presenta lo que significaba vivir a corta distancia del carillón de Big Ben:

“En los ojos de la gente, en el ir y venir y el ajetreo; en el griterío y el zumbido; los carruajes, los automóviles, los autobuses, los camiones, los hombres-anuncio que arrastran los pies y se balancean; las bandas de viento; los organillos; en el triunfo, en el campanilleo y en el alto y extraño canto de un avión en lo alto, estaba lo que ella amaba: la vida, Londres, este instante de junio.”

Para descubrir la otra faceta de Londres, hay que leer la obra de George Orwell, Sin blanca en París y Londres.

Elizabeth Bowen es otra autora que supo muy bien transmitir la atmósfera urbana, especialmente en El fragor del día, su novela sobre un espía en el Londres de la Segunda Guerra mundial, en 1942, cuando la ciudad es bombardeada y los personajes perciben y expresan los cambios de la sociedad:

“La pared entre los vivos y los muertos perdió consistencia. En aquella transparencia de septiembre, la gente se volvió transparente, sólo visible por el destello más oscuro de su corazón.”

El efervescente escenario musical ha inspirado a muchos escritores a partir del final de los años cincuenta, como Colin MacInnes en Principiantes o Nick Hornby en Alta fidelidad. Hoy en día los inmigrantes londinenses son retratados por escritores como Monica Ali (Siete mares, trece ríos) y Zadie Smith (Dientes blancos), cuyas obras abordan preocupaciones sociales no tan distintas de las de Dickens pero en un entorno cultural mucho más rico por su diversidad.

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ESTAMBUL

Estambul es una ciudad de ensueño que domina la línea de división entre Europa y Asia. El marco geográfico de la ciudad es incomparable, así como su horizonte, en particular por la noche. Su atractivo es potente a medida que se perciben las distintas culturas que han dejado su huella aquí, de norte a sur y de este a oeste. Está dotada de una magnífica mezquita, de una basílica igualmente imponente, en un marco de encanto a orillas del Bósforo, con sus puentes y sus barcos: en ningún otro lugar las ruinas del pasado son tan poderosamente exóticas y misteriosas. Es una ciudad que se percibe y se siente, y no es sorprendente que tantas novelas negras y de espías se hayan desarrollado aquí: toda ella rezuma misterio. En obras como La máscara de Dimitrios por Eric Ambler, pasando por Desde Rusia con amor por Ian Fleming, hasta el actual Estambul por Joseph Kanon, esta densa atmósfera ha sido fuente de inspiración.
Los poetas turcos cantan a su ciudad. Este es un extracto de “Escucho Estambul”, de Orhan Veli Kanik, poeta turco del siglo veinte:

Escucho Estambul con los ojos cerrados;
El gran Bazar está sereno y fresco
Hay bullicio en Mahmutpaşa
Patios poblados de palomas
Vientos de primavera traen olores de sudor;
Escucho Estambul con los ojos cerrados.

Escucho Estambul con los ojos cerrados;
Todavía con resaca por las bacanales del pasado
Un yalı con embarcadero vacio;
Relajado, después del zumbido de los vientos del sur
Escucho Estambul con los ojos cerrados.

Los novelistas sabían todo lo que ofrece esta ciudad desordenada, un lugar en el que la decadencia es una forma de belleza y donde se puede encontrar la basura del mundo. Ahmet Hamdi Tanpınar publicó Una mente en paz en 1949:

“La calle Çadircilar era tan desconcertante como siempre. En el suelo delante de una tienda cuya reja solía estar cerrada, esperando quién sabe qué, yacían un grifo de samovar ruso, un picaporte, los restos de una sombrilla de nácar que estaba de moda hace treinta años y algunas piezas sueltas seguramente procedentes de un reloj de pared o un gramófono…”

Pocos escritores pertenecen a la literatura mundial, pero es el caso de Orhan Pamuk. De todas sus novelas, la que mejor retrata el ambiente de Estambul es El libro negro, pero también ha dedicado una obra a la propia ciudad, Estambul: ciudad y recuerdos. Este es un extracto:

“Es en Cihangir [un barrio de la ciudad] dónde aprendí por primera vez que Estambul no era una multitud de vidas tabicadas, una jungla de pisos en los que nadie sabía quién había muerto o quién celebraba qué, sino un archipiélago de barrios en los que todo el mundo se conocía.”

Así se termina esta primera parte de nuestra serie sobre las “Ciudades literarias”. No dudes en compartir tus reflexiones y comentarios aquí debajo, que nos ayudarán a mejorarla.

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