Voy a haceros una oferta que no podréis rechazar.

Disfrutar de unas vacaciones a mi costa durante dos semanas. Cualquier día de fiesta, en la montaña, tumbados en una playa o cualquier otra cosa que os apetezca. Iros, tú y los compañeros de viaje que elijas. Los recuerdos están hechos de esto.

Vaya, por un momento casi se me olvida. Recuerdos. Ahí está la trampa. Lo que mi madre solía llamar “la mosca en la sopa”. No puedes decírselo a nadie. Me refiero, literalmente. No puedes decírselo a nadie porque no puede recordar nada al respecto. Nada en absoluto.

Fotos, videos, animales de peluche vestidos con símbolos nacionales, incluso tu bronceado revelador desaparecerá justo cuando terminen las vacaciones. ¿Y todos esas publicaciones que hiciste en Facebook y Twitter? No, tampoco las hiciste. Sólo creías que las estabas haciendo.

¿Todo esto es una broma? ¿Estas fabulosas vacaciones no sucedieron realmente? Sí, sí, las has vivido. Simplemente no puedes recordarlas.

¿Es difícil ahora rechazar esta oferta que os he hecho? Sospecho que no, porque todo lo que decimos acerca de los viajes, todo lo que leemos y decimos, tiene ese motor vital llamado “memoria” que lo dirige.

“La gran aventura es moverse”, dijo Robert Louis Stevenson. ¿Cómo lo sabía si él no lo recordó? ¿Cómo sabemos que estamos pasando un buen rato si no podemos recordar nuestros sentimientos en ese momento? Y ¿de qué otra manera podemos explicar nuestra manía por tomar fotos y videos de todo lo que vemos si los recuerdos no nos lo piden?

¿No os parece interesante que nos tomemos más tiempo para capturar la belleza de un lugar en nuestras cámaras que para verlo por nosotros mismos?

Esta es una de las maneras como conseguimos “capturar una experiencia” y dejarla archivada en nuestra memoria. Otra manera es viajando con un acompañante. Una puesta de sol no es igual de maravillosa si no podemos exclamar un “ooh” o un “ahh” con un ser querido y hablar de ello durante semanas, incluso varios años después.

Una vez hice un viaje por Italia con un amigo que se negó a tomar fotografías, explicando que quería recordar cada vista gloriosa, cada restaurante fabuloso, cada obra de arte conmovedora, pero no como algo que se ve a través del objetivo de una cámara. Pero… “¿Qué pasará cuando llegues a casa”, le pregunté? “Si quieres revivir esos momentos, no tendrás ninguna imagen para recordarlos.” Él respondió que no las necesitaba, que la experiencia en ese preciso instante había sido suficiente.Además”, dijo, “con la mente despejada, tengo más tiempo para explorar otros lugares y otras experiencias.”

Este amigo mío era un firme creyente en la naturaleza de dos seres: nuestro Yo Experimentador, que es la manera como nos gustaría pensar en nosotros mismos: viviendo en el presente, disfrutando del momento y regocijándonos en el ‘carpe diem’; y el otro, nuestro Yo del Recuerdo, que resulta que es probablemente quien se ocupa de nuestras vidas. Nos ayuda a saber si estamos pasando un buen rato. “Los viajes ensanchan la mente”, dice el viejo proverbio. ¿Cómo podría funcionar todo esto si nos olvidamos de todo en el momento en el que regresamos a casa?

Mi amigo, vamos a llamarle Russell (porque ése era realmente su nombre) también sostuvo que su Yo Experimentador adoptó un enfoque más honesto para las vacaciones, diciendo que mientras la cámara probablemente nunca miente, la persona que hace clic en el obturador probablemente sí.

Ceñidos a nuestro Yo del Recuerdo podemos convertir lo que fue una escapada decepcionante con varios miserables días de lluvia y experiencias aburridas en unas vacaciones fabulosas. ¿Cómo? En el único día soleado de las vacaciones saldremos a nadar con los tiburones ballena, o saltaremos desde un acantilado con una cometa en la mano, o daremos un paseo en globo aerostático. Todas las fotografías serán de tiburones ballena y de locos haciendo volar sus cometas y globos. Serán recordadas como unas vacaciones estupendas.

Así que, ¿qué opinas tú? ¿A qué Yo sigues? Si te dejas guiar por el Yo Experimentador seguramente aceptarías mi oferta, sobre todo si es sólo por unos días y en un lugar que ya conozcas. ¿O acaso esos álbumes de fotos en la estantería y las miles de fotos de tu ordenador te delatan? Le recuerdan a tú Yo del Recuerdo que la vida es para vivirla. Sólo por si se te olvida.

Los intercambios de casa son una forma fabulosa de generar buenas experiencias de viaje y recordarlas durante mucho tiempo. Anímate a probar esta fantástica forma de viajar tan humana, auténtica y económica.

Me lanzo a los intercambios de casa