Hola, soy Sandra y hace muchos años que hago intercambios de casa por todo el mundo. Vivo en Londres y lo intercambio con otros viajeros para viajar más y mejor! Mi viaje más reciente ha sido un intercambio de casa en la Toscana, Italia. Fue un auténtico romance italiano!
Os cuento en este artículo mi experiencia de viaje en la Toscana con recomendaciones sobre qué visitar y donde ir. Son todas experiencias y recomendaciones para vivir el destino como un habitante local y no tanto como un turista.
La primera vez que nos enamoramos, Italia y yo, fue en los años sesenta cuando, con el arrojo de la extrema juventud, recorrí la costa amalfitana en un Fiat 500 azul marino, desafiando en los semáforos a elegantes modelos de las marcas Alfa Romeo y Lamborghini y sembrando el caos de una punta a otra de la** Bahía de Salerno.**
Ha pasado tiempo desde entonces, y yo también he cambiado. Italia, que está atravesando una época difícil y a la que se podría acusar de ir a menos, sigue siendo tan tentadora y seductora como siempre.
Por lo tanto, aquí estoy de nuevo, con mi hija consultando el mapa a mi lado, mientras nos dirigimos hacia una zona bastante desconocida para ambos: la campiña más allá de Pisa, entre Florencia y Siena.
Nos han dicho que no debemos perdernos San Gimignano, precioso pueblo del Siglo X, pero nos atraen más bien aquellos lugares inesperados y secretos bajo el sol de la Toscana y San Gimignino, desde luego maravilloso con la primera luz del amanecer y bajo los rayos de la luna, es conocido por la cantidad de turistas que pululan en las horas intermedias.
En cambio, tengo en mi bolsillo una carta arrugada de dos amigos: “Si venís a Toscana, os esperamos. Nick y Piero”. Han comprado una vieja granja en las afueras de un pueblo llamado Volterra.
Por lo tanto, allá vamos, hacia las colinas de Toscana, ignorando los carteles a San Gimignano y en dirección, “fuera de pista”, a Volterra. Después de varias curvas muy cerradas surge una pequeña señal, que podíamos haber dejado pasar, indicando “Montebradoni” todo recto. Por suerte, como ya no conduzco la caja de galletas llamada coche que era mi pequeño Fiat 500, pudimos continuar nuestro camino por una pista polvorienta y, de pronto, apareció Casa Costello, bañado en los últimos rayos de sol del atardecer.
Nuestros amigos han hecho lo que Proust describía como “convertir mi sueño en mi lugar de residencia”. Casa Costello estaba medio en ruinas cuando la encontraron. Necesitó mucha obra y cuidado, al estar prácticamente rodeada de árboles esmirriados y desordenados envueltos en maleza. Sin embargo, después de una buena limpieza, reveló su toque mágico: a Nick y Piero les pareció que habían creado uno de esos paisajes que busca Hollywood para una película.
A medida que aprendimos a movernos mejor por los alrededores, descubriendo a los locales y a otros amigos que son “simpatici” hacia este rincón escondido de Toscana, nos dimos cuenta de que los paisajes como éste, que cambian a diario –brumoso y misterioso un día y claramente definido como una pintura del Renacimiento al día siguiente- abundan. Para ello basta con dar una vuelta no muy lejos, apartarse de la autopista y dejarse hechizar por las pequeñas carreteras que ofrecen unas vistas fáciles de perderse en tiempo normal.
Y aquí está la propia Volterra. Casi toda rodeada de murallas, abarrotada de objetos etruscos y de ruinas romanas, no por ello deja de ser un lugar íntimo y acogedor para los nuevos visitantes que piensan haber tropezado con una joya. El domo del Siglo XII es una maravilla, así como** el anfiteatro romano lleno de antiguos fantasmas y recuerdos**. En la parte más alta de Volterra, a un dedo del cielo, se encuentra una acrópolis etrusca, con esa vista que estábamos buscando, que abarca desde el mar hasta los Apeninos. Volterra también presume de acoger uno de los más bonitos y agradables cafés de Italia, L’incontro.
Kami y yo hemos dejado de lado el mapa. Cada mañana salimos a explorar, buscando valles, recovecos y rincones donde sólo se habla italiano y donde se mira a los turistas como a interesantes curiosidades, y no como a intrusos molestos.
Saboreamos café en nuestro sitio favorito de Volterra, compramos botes de miel local ahí donde vemos un cartel que dice “Mielle” (miel), aliñamos nuestras ensaladas con un aceite de oliva de color oscuro, que sale de unas grandes tinajas de barro en las bodegas locales. Nos apresuramos en volver a Casa Costello para ver las flores que sólo eran capullos por la mañana, maravillándonos de los colores de las mariposas y saboreando vino local en la terraza mientras se pone el sol sobre el paisaje.
Hay maravillas panorámicas por descubrir en el mundo entero. En mi caso, las que me llegan al corazón y hacen que la cabeza me dé vueltas están en Italia.
Si tú también quieres viajar a la Toscana y explorarla como un local, lejos del circuito turístico, te animo a que organices un intercambio de casa.