París siempre será París
¿Te gustaría conocer la experiencia de intercambio de casas en París de Natalia? Natalia es miembro de HomeExchange desde 2008. Viviendo en Buenos Aires, Argentina, ha realizado más de 20 intercambios y nos cuenta como los grandes momentos de su vida han estado asociados a grandes viajes intercambiando su casa. Ahora, viaja en familia y vive con cada intercambio de casas una nueva aventura.
¡Descubre HomeExchange!"Hace ya unos cuantos años, vi la película “The Holiday”, una comedia romántica tonta, como cualquier otra, pero que terminó marcando una gran diferencia en mi vida porque trataba un tema que yo desconocía por completo hasta entonces: el de los intercambios de casas. Al terminar de verla, empecé a pensar que esa modalidad tenía que existir en la vida real y que, si realmente era así, yo tenía todas las condiciones para probar esa experiencia. Por supuesto, ni bien llegué a mi casa me conecté a Internet y allí fue cuando descubrí el sitio: HomeExchange.
Como dije antes, creía tener todas las condiciones para probar la experiencia no solo porque tenía una casa propia, sino porque estaba sola (sin novio, ni siquiera a la vista), tenía un trabajo que me permitía disponer de una altísima flexibilidad horaria, ya que mayormente lo hacía por Internet, y, por sobre todas las cosas, siempre me había caracterizado por tener un espíritu aventurero. Además, el sueño de mi vida siempre había sido vivir en París (no visitar la ciudad como turista, sino llevar la vida de los parisinos) y jamás lo había podido concretar por razones económicas, ya que justamente allá el obstáculo mayor para poder instalarse es la dificultad de encontrar una vivienda digna a un precio razonable. Quizás con un intercambio de casas en París...¡podría hacerlo!
Hasta el día de hoy, cada vez que me enfrento con un desafío en la vida, pienso “el que no arriesga, no gana” y, gracias a eso, no le tengo miedo a casi nada.
Fue así como decidí inscribirme en el sitio, pese a que en esos años nadie conocía muy bien el sistema (hoy en día, en cambio, ha crecido muchísimo y todo el mundo sabe de qué se trata) y todos me decían que estaba loca, que cómo le iba a dejar mi casa a un desconocido, que cómo iba a embarcarme en un viaje sin garantías, que era posible que llegara a mi intercambio de casas en París y que la supuesta casa de las bellas fotografías no existiera. En resumen: muchos, si no todos, creían que era demasiado ingenua.
Pero yo siempre creí en el valor de la palabra y, además, desde chica, siempre supe que hablando se entiende la gente y que, si bien no conocía personalmente a los propietarios que me iban a dejar su casa, sí los podía ir conociendo a través de diversos mails, gracias a los cuales me iba dando cuenta de que eran personas parecidas a mí, con expectativas similares. Y fue así como conseguí mi primer intercambio de casas en París.
Así, puedo decir contenta que he hecho más de veinte intercambios y nunca nadie me ha defraudado. De más está decir que hay gente más amistosa o sociable que otra: unos se limitan a ser gentiles e intercambiar llaves, mientras que otros (podría decir que la mayoría) demuestran claramente que quieren que uno se sienta cómodo en su casa y le dejan, por ejemplo, no solo un champagne en la heladera, sino también un cuaderno lleno de anotaciones y direcciones útiles para moverse por el barrio y la ciudad.
Pero, más allá de las diferentes personalidades, puedo decir que en todas las personas con las que he intercambiado mi casa he tenido una confianza total, así como ellas también confiaron en mí. En algunas casas me he quedado varios meses porque, como comenté antes, mi sueño era vivir en París, tener una rutina distinta de la de un turista, para lo cual era imprescindible –no solo por motivos económicos- no alojarme en un hotel, sino en la casa de una persona para saber qué libros lee, en qué mercado compra los quesos, qué restaurante del barrio frecuenta, dónde sale a correr o a practicar deportes, etc.
Con el correr de los años, mi vida cambió bastante: primero me puse de novia, después me fui a vivir en pareja y, al cabo de un tiempo, tuve a mi primer hijo Milo. Pero nunca dejé de viajar. La diferencia es que ahora lo hago acompañada, más feliz –aun- que antes. Ahora, cada vez que nos llega una propuesta a través del sitio HomeExchange, soñamos en familia.
De hecho, es más fácil que antes porque tenemos dos casas (la mía y el departamento en donde vivía mi pareja antes de conocerme) y eso nos abre las puertas para concertar intercambios de casas no simultáneos, ya que no siempre es sencillo ponerse de acuerdo con las fechas de los viajes.
Además, cuando uno viaja con un bebé, no hay nada mejor que llegar a un lugar adonde vive otro bebé y encontrarse con todos sus juguetes y accesorios infantiles. Milo tiene apenas nueve meses y ya conoce varias ciudades de Estados Unidos, Europa y también de nuestro propio país, Argentina. El último intercambio nos permitió ir de vacaciones a Villa la Angostura (Patagonia), para el año que viene tenemos planeado ir a Canadá y México y, en un futuro inmediato, volveremos a París.
Porque la vida cambia, pero París será siempre París. Y un intercambio de casas en París es siempre una buena idea.
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