Alicia es una gran aficionada al cine. Su pasión cinematográfica la ha llevado a viajar a ciudades descubiertas en la gran pantalla y a disfrutar películas rodadas en las ciudades que visita. Porque no hay nada mejor que unir pasiones: cine y viajes.

Todos los aficionados al cine sabemos que se viaja mucho a través de la gran pantalla, que cómodamente sentados aparecemos de repente en otras vidas y otros mundos. Nos maravillamos con imágenes reales de sitios existentes o con lugares fantásticos, fruto de la imaginación de sus creadores y de los avances tecnológicos.

Sin movernos, a través de la vista, nos hacemos hombres de mundo. En la India no he estado pero me parece que sí porque tengo muchas imágenes en la retina provenientes de innumerables películas, documentales y reportajes.

Pero también se puede viajar a un sitio por una película o varias. Uno puede enamorarse de un paisaje o una ciudad en el cine e ir a conocerlo en sus próximas vacaciones como está pasando mucho ahora con la serie “Juego de tronos” y los sitios donde se ha rodado, como Dubrovnik, Sevilla o Gerona, que se han puesto más de moda de lo que ya estaban.

París o Nueva York, ciudades de cine

Obviamente ciudades como París o Nueva York son muy cinematográficas. Todos lo sabemos. Preciosas y con fuerte personalidad, han salido increíblemente favorecidas en multitud de cintas, algunas míticas. Si se han visto películas de la Nouvelle Vague como la famosa “A bout de souffle” de Godard o “Ascenseur pour l’échafaud” de Malle, París resulta un sitio altamente fotogénico, rebosante de encanto y de cafés con terrazas, con gente estilosa y extravagante. Un director como Woody Allen le rindió tributo en su bonita comedia “Midnight in Paris”, por poner otro ejemplo. Pero la lista es infinita y más si hablamos de Nueva York, ciudad que resulta ser casi una protagonista más de innumerables clásicos del cine. Cito solo “Manhattan” también de Woody Allen, que es un canto apasionado de amor a su ciudad natal y una película hermosísima. El blanco y negro nos sienta bien a las ciudades y a las personas.

Cuando uno por fin consigue ir a Nueva York se da cuenta de que lo conoce, de que le suena, de que parece que ha estado allí, padece constantemente “deja vus” pero es que verdaderamente ya la hemos visto desde todos los ángulos, hasta desde la rueda de un automóvil, punto de vista de la cámara en algunas escenas de la impactante “Taxi driver” de Scorsese.

Descubriendo películas y cines mientras viajamos

Se puede viajar a un sitio porque se ha visto en una película, pero también se puede ir a una ciudad a ver películas si a uno le apasiona el cine. Cuando voy a Madrid, ir al cine es una de las actividades que prefiero porque en una capital como esa siempre hay muchas películas interesantes que ver y en versión original, que es como habría que verlas. Sin mirar horarios me voy al “polo del cine” como yo lo llamo, conjunto de multisalas cerca de la plaza de España y entro en lo que sea, que siempre merece la pena. Antes y después de la peli aconsejo entrar en la famosa librería de cine “Ocho y medio” y echar un vistazo a lo que tienen. Además, allí se puede merendar un café o una tarta, puesto que tiene un bar agradable en su interior.

Cine y Viajes

En París también hay muchos cineclubs con encanto y oferta tentadora en el barrio latino. En Nueva York casi es mejor ir al teatro, eso de Broadway es apabullante, unos 20 teatros a pocas manzanas unos de otros con un ambiente increíble. Es otra dimensión, otra liga. Ir al teatro cuando se viaja es también delicioso. En Londres resulta más fácil de lo que se puede pensar a priori y también hay un oferta atroz, mientras que el cine lo encuentro caro. Pero esa es otra historia…

¿Cine clásico o thriller?

Si a uno le gusta el neorealismo italiano, tiene que ir a Roma (“Roma, città aperta” o “Ladri di biciclette”, por citar algo) aunque también puede ir si le gusta el cine clásico de Hollywood, véase “Vacaciones en Roma”, deliciosa película de Wyler en la que los apuestos protagonistas la recorren en Vespa, la mítica moto italiana. Moto que coge Nanni Moretti también en su película “Caro diario” para que descubramos junto a él una Roma menos tópica y conocida, quizás más real y auténtica. En Roma se pueden visitar los estudios de Cinecittà donde se rodaron multitud de clásicos como las obras de Fellini y también, recorriendo sus hermosas y sugerentes calles, uno se topa con carteles que recuerdan que en ese lugar se rodó una u otra escena de una película conocida. Todavía no la he visto pero creo que sale muy favorecida en la reciente película “La grande bellezza” de Sorrentino.

Si se ve el thriller “In bruges” seguro que se quiere ir a la maravillosa ciudad de Brujas. En mi caso fue al revés. Tuve un espléndido intercambio en esa ciudad y luego vi la película. La recomiendo (la ciudad) si es posible fuera de temporada porque, como pasa con los sitios famosos, en temporada alta está que rebosa de turistas y su encanto y atractivo no se pueden apreciar al máximo.

Brujas, cine y viajes

En ocasiones se va de vacaciones por ejemplo a la montaña, concretamente cerca de Turín a Val Maira, bellísima zona y acaba viendo una película porque se ha rodado allí y ha representado todo un acontecimiento para la gente del lugar. La cinta se llama “Il vento fa il suo giro” y es hermosa y melancólica, como el valle en el que se ha rodado, con la diferencia de que la película (basada en hechos reales) cuenta la dificultad extrema de una familia para integrarse en una comunidad cuando sus vecinos se cierran en banda; mientras que la historia del rodaje es una historia de cooperación y entrega de todo el valle a un proyecto en el que creyeron firmemente desde el principio. La película y el valle me enamoraron.

Todavía no he ido pero para mí Munich es una ciudad mítica, así como la zona de Hünsruck, en Alemania, porque allí se rodó buena parte de la serie de películas “Heimat” de Reitz, una maravilla que me marcó profundamente. Ese viaje está ahí a la espera de ser realizado.

Los intercambios de casa te regalan emociones a veces inesperadas, también en el sentido cinematográfico.

El año pasado hicimos un intercambio con un pequeño pueblo inglés cercano a York, Ampleforth y cuál no fue mi sorpresa cuando descubrí que estaba al lado de Castle Howard, una de esas mansiones maravillosas inglesas pertenecientes a familias aristocráticas que pueden visitarse. Pero esta no es una mansión cualquiera ni tiene que ver con la obra y películas “Casa Howard”, no. Es donde se rodó la serie que marcó a toda una generación de jóvenes telespectadores españoles de mi edad: “Brideshead revisited” o “Retorno a Brideshead”. La emoción me embargó cuando contemplé con mis propios ojos lo que tanto había admirado en la pantalla: la increíble casa con su fuente y jardines que cautiva y enamora desde el primer minuto a Charles Ryder, el personaje interpretado por Jeremy Irons, maravilloso actor que nos tuvo boquiabiertos en su día y aún hoy.

En definitiva: existen muchas formas de unir estas dos grandes pasiones que son el séptimo arte y el gusto por viajar, cada uno debe buscarse la propia. Cuando se consigue unir dos pasiones es cuando se vuela de verdad. ¡Buen viaje cinéfilo!

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